Desde niña descubrí que la soledad es buena compañía.
Una soledad delicada, creadora de mundos, silenciosa. A veces, difícil de transitar aunque al estar centrada en esa energía interior amorosa, la soledad se disfruta y se escuchan sus direcciones, llamados de atención, desiertos, acciones, tiene Vida.
Recuerdo la experiencia de un viaje por Pucón, Chile, sintiendo el aire intenso patagónico, el Volcán Villarrica como acompañante en la caminata de la noche, los senderos sinuosos del Parque Nacional Huerquehue (lugar de mensajeros) con sus araucarias milenarias rodeadas de lagos y lagunas. Conocí un lugar de cocina orgánica exquisita, con sabores y texturas originales, una mesita con luz tenue, saboreando esos alimentos frescos, intencionales, una manera de meditar con los alimentos. Todas las mañanas observaba el Volcán como si fuera un amigo de toda la vida, imposible cansarse de su atracción. En Pucón viví días con esa felicidad que regala la naturaleza y su entorno. La alegría interior en soledad es posible.
Abrazo luminoso. Gracias por estar ahí.
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