Me dicen que una recaída es una zona aprendizaje, ¿aprendizaje de qué?
De mi mismo, ver o conocer lo que antes desconocía de mi, o volver a verlo.
Se hace visible ese comportamiento repetitivo que no me lleva a buenos resultados.
Porque las recaídas suelen parecerse, aunque cambien las circunstancias,
el dolor de haber caído en tentación, el creer que “podía controlar”, autoengaños, son siempre lo mismo.
¿Quizás es una necesidad de supervivencia y que hago con eso?
Las dos manos en el centro del pecho, observo lo que siento sin juzgar, envuelvo el pecho con una luz rosada, y digo me perdono y me libero.
Recuerdo la frase “aprender a parar el dolor” que me enseñaron en una escuela de filosofías antiguas.
Luego, leo en un libro unos ejercicios físicos para cargar los centros energéticos del cuerpo y empiezo a hacerlos.
La idea no es evadirme de lo que siento, sino estar presente. Hago el ejercicio, sintiendo que el dolor se va aflojando. Lo hago con todo lo que soy y siento, y ese estar presente en la sensación, para y transforma el dolor.
El dolor es un aviso, para retornar a mí. Es un recordatorio de mis aprendizajes. Es una oportunidad para practicar el amor conmigo y perdonarme.
Es un termómetro que me sirve de contraste, recaída significa transitar cierto dolor. Bienestar significa estar serena, en armonía y en contacto con nuevas ideas de filosofías antiguas.
Las maneras de volver a ese bienestar puede ser practicar estos ejercicios, pedir ayuda, escribir para visibilizar lo que necesito y validar mis sensaciones.
El tropezón es parte del camino, voy con todo lo que soy, y ese dolor también pasará como otras veces. Voy aprendiendo a pararlo más rápido y quedarme muy poco tiempo en él.
Entregar y pedir ayuda a la Energía, Universo, es reconocer lo que no puedo y que no estoy sola. Una vez me dijeron: yo hago lo posible y el poder superior hace lo imposible.
Gracias por estar ahí. Abrazo luminoso.
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